Introducción
Pocas palabras del mundo antiguo han tenido una segunda vida tan intensa —y tan distorsionada— como Anunnaki. Si uno hace una búsqueda rápida en internet, encontrará que estos personajes han sido presentados como dioses creadores, visitantes estelares, ingenieros genéticos, y, por supuesto, mineros interplanetarios obsesionados con el oro. Sin embargo, casi todo lo que se dice popularmente sobre ellos... es falso.
La popularidad moderna de los Anunnaki no proviene de excavaciones arqueológicas ni de tabletas de arcilla mesopotámicas, sino de los muy imaginativos (y bastante creativos) escritos de Zecharia Sitchin. Este autor, que afirmaba ser experto en sumerio, reescribió la mitología mesopotámica como si fuera un guion de ciencia ficción. Sus libros, junto con documentales y series de televisión que aprovecharon la narrativa, convirtieron a los Anunnaki en estrellas del panteón extraterrestre. Literalmente.
El propósito de este artículo es bastante más terrenal: volver a las fuentes originales. Vamos a revisar qué decían realmente los sumerios y otros pueblos mesopotámicos sobre los Anunnaki, qué papel jugaban en sus mitos y rituales, y qué tan importantes (o no) eran dentro de su cosmovisión. Todo ello sin necesidad de platillos voladores.
¿Qué decían realmente los textos mesopotámicos sobre los Anunnaki?
Aunque en la actualidad los Anunnaki gozan de fama como poderosos “dioses creadores” e incluso como visitantes interplanetarios, su papel en la mitología mesopotámica real era mucho más modesto. Lejos de dirigir civilizaciones o recibir cultos propios, los Anuna (en sumerio) o Anunnaki (en acadio) eran un conjunto de deidades secundarias, mencionadas en grupo y rara vez como individuos. Su rol era, en muchos textos, más parecido al de un coro griego que al de protagonistas divinos.
El término Anuna aparece desde la época sumeria, y su probable significado es “descendientes del linaje real” o “semilla principesca”. Esta etimología se relaciona directamente con su filiación: eran considerados descendientes del dios supremo del cielo, An (o Anu), y de la diosa Ki, la Tierra. Sin embargo, a diferencia de otras deidades mesopotámicas como Enki, Enlil, o Inanna, los Anuna no eran individuos con personalidad propia, historias o hazañas, sino una asamblea colectiva.
No hay templos dedicados a ellos. No hay evidencia de estatuas de culto. No hay registro de rituales exclusivos, ni un solo sacerdote que se haya autodenominado servidor de los Anunnaki. Su presencia es literaria, simbólica. Funcionan más como un recurso narrativo que como objeto de adoración. Su aparición más antigua conocida está en los himnos de Gudea (siglo XXI a. C.), donde se los menciona junto a los grandes dioses de Lagash, no como sus iguales, sino como parte de su séquito o su corte celestial.
“Entonces los Anuna fueron ante ella — esos dioses que An engendró en el cielo fueron a ella, esos dioses que An engendró en la tierra fueron a ella.”
Lamento por Ur
Y ese es, en esencia, el nivel de profundidad con el que los textos mesopotámicos tratan su origen. No hay un mito claro que los explique. No hay mitos donde se les vea actuar como creadores. Son, en palabras de varios especialistas, una multitud sin rostro, una burocracia divina, o simplemente un coro que observa, se atemoriza, o alaba a los dioses verdaderamente importantes.
Diferencias con los Igigu
En varios textos aparece una distinción entre los Anuna/Anunnaki y los Igigu. Mientras que los Igigu son descritos como dioses celestiales, asociados al cielo y al trabajo divino, los Anunnaki están más ligados a la tierra o al inframundo. En este sentido, tenían un papel diferente, aunque igualmente marginal. En algunos mitos, los Igigu se rebelan; los Anunnaki, en cambio, observan o juzgan, pero no se rebelan ni actúan con autonomía.
Principales textos donde aparecen
- Atrahasis: Los Anunnaki delegan a los Igigu las labores pesadas. Cuando estos se rebelan, los Anunnaki deciden crear a la humanidad. Su papel es más burocrático que divino.
- Enuma Elish: Tras la victoria de Marduk, los Anunnaki son divididos entre el cielo y la tierra. Construyen el templo Esagila, en un gesto de gratitud y subordinación.
- Epopeya de Gilgamesh: Son mencionados como jueces del inframundo y como parte de la asamblea divina que lamenta el Diluvio.
- Descenso de Inanna: Actúan como jueces silenciosos que dictaminan el castigo contra la diosa por intentar usurpar el trono del inframundo.
- Himnos y Lamentos: Se los describe postrándose, llorando o suplicando ante dioses mayores. Funcionan como testigos o ecos, no como protagonistas.
¿Un coro divino?
Si hay una imagen adecuada para describir a los Anunnaki en los textos mesopotámicos, sería la de un coro teatral. No son actores principales, ni siquiera secundarios: son la reacción del público incorporada al relato. Se horrorizan, aprueban, repiten y amplifican. Representan la solemnidad del juicio divino o la aprobación silenciosa del orden establecido.
No hay una sola figura llamada “el Anunnaki X”. No hay relatos de sus actos. No hay devoción activa. Solo menciones corales, como si fueran la voz colectiva de una burocracia celeste que opera en segundo plano.
Imágenes mal atribuidas
Las imágenes que circulan en internet como representaciones de los Anunnaki (figuras aladas con bolsitas misteriosas y relojes de muñeca, según ciertos canales de YouTube), en realidad pertenecen a los apkallu, genios protectores representados en los palacios asirios, especialmente en el de Ashurbanipal en Nínive. No hay ninguna representación iconográfica confirmada de un Anunnaki. Ninguna.
Conclusión
Lejos de ser dioses tecnológicos o civilizadores alienígenas, los Anunnaki fueron una construcción literaria, un grupo coral de dioses menores que aparecen como testigos, jueces simbólicos o asistentes rituales. Su poder moderno no se debe a los sumerios, sino a la imaginación fértil de autores modernos. Pero si los escuchamos con atención —en sus textos reales, no en los libros de conspiraciones—, nos hablan de algo más profundo: de cómo las culturas antiguas imaginaban el orden, la jerarquía y el respeto a las potencias superiores.
¿Quién fue Zecharia Sitchin y qué propuso?
Zecharia Sitchin (Bakú, RSS de Azerbaiyán, 11 de julio de 1920 – Nueva York, EE. UU., 9 de octubre de 2010) fue un escritor y divulgador de teorías pseudocientíficas que alcanzó gran fama al reinterpretar la mitología mesopotámica en clave de visitantes extraterrestres. Autoproclamado intérprete de textos sumerios y acádicos, Sitchin sostuvo que los llamados Anunnaki eran en realidad seres de otro mundo, procedentes de un planeta remoto llamado Nibiru, que entraría en nuestro sistema solar cada 3 600 años aproximadamente.
En su narrativa, estos visitantes cósmicos habrían llegado a la Tierra en tiempos remotos —decenas de miles de años atrás— con el propósito de extraer minerales, especialmente oro, necesarios para su planeta. Según Sitchin, al necesitar mano de obra, habrían creado o modificado genéticamente al ser humano primitivo, convirtiéndolo en su trabajador. A partir de esta intervención se habrían originado la civilización sumeria y el resto de las culturas antiguas.
Sus afirmaciones se exponen principalmente en El duodécimo planeta (1976) y sus secuelas: La escalera al cielo (1980), Las guerras de dioses y hombres (1985), Los reinos perdidos (1990) y El Génesis revisado (1990). En conjunto, forman una saga de “arqueología alternativa” que mezcla textos antiguos con especulaciones astronómicas.
Sus principales ideas
- Los Anunnaki serían seres extraterrestres provenientes del planeta Nibiru.
- Habrían venido a la Tierra para obtener oro y otros recursos minerales.
- Crearon o modificaron genéticamente a los humanos para servirles como mano de obra.
- Los mitos sumerios serían recuerdos de esa presencia alienígena, reinterpretados como religión.
- El término Anunnaki significaría, según él, “los que vinieron del cielo”.
Desmontaje punto por punto
1. Falta de base lingüística
Las traducciones de Sitchin del sumerio y acadio no son reconocidas por la comunidad académica. Su interpretación de la palabra Anunnaki como “los que vinieron del cielo” no aparece en ninguna fuente filológica aceptada. El especialista Michael S. Heiser señala que no existe una sola fuente en el mundo de ningún sumeriólogo que respalde esa definición.
Además, Sitchin confundía con frecuencia materiales y contextos: presentaba sellos acadios, neoasirios o elamitas como si fueran sumerios, sin advertir que pertenecían a lenguas y épocas diferentes. Su conocimiento del cuneiforme parece limitado, pues a menudo ignora las diferencias entre sistemas lingüísticos que solo comparten la escritura.
2. Citas inventadas o tergiversadas
Uno de los ejemplos más citados es el sello VA 243, conservado en el Museo Vorderasiatisches de Berlín. Este era un sello cilindrico, que se colgaba del cuello, era usado para sellar documentos, o como tarjeta de visita. Si un funcionario o un mercader visitaba a alguien, usaba el sello para dejar asentado su nombre y su afiliación. Pero en lugar de eso Sitchin afirmó que era un documento arqueologico que mostraba once planetas y constituía evidencia de un conocimiento astronómico avanzado. Sin embargo, la traducción reconocida del texto dice simplemente:
“Dubsiga, Ili‑illat, su sirviente.”
¿Que significa eso? Que el portador se sello se llamaba Dubsiga y que trabajaba para alguien llamado Ili‑illat como sirviente. Eso es todo, lo mismo que cualquier tarjeta moderna de visita.
El supuesto “Sol” del grabado no coincide con el símbolo sumerio real del Sol; las figuras que Sitchin interpreta como planetas son en realidad estrellas decorativas. De hecho, los textos astronómicos auténticos mesopotámicos nunca muestran más de cinco planetas conocidos.
3. Rechazo académico general
Los asiriólogos, arqueólogos e historiadores consideran las obras de Sitchin como pseudociencia. El profesor Roger W. Wescott, antropólogo y lingüista en la Universidad Drew, señaló en 1979 que la “lingüística de Sitchin parece tan amateur como su astronomía o su biología”, recordando que el sumerio es una lengua aislada, sin relación con ninguna otra conocida, y no puede considerarse el “origen de todos los idiomas”.
A lo largo de décadas, ningún investigador acreditado en estudios mesopotámicos ha respaldado sus conclusiones. En cambio, múltiples especialistas —entre ellos Michael Heiser y Robert W. Wescott— han demostrado los errores de traducción, la tergiversación de iconografía y la invención de vínculos astronómicos inexistentes.
Balance general
Sitchin fue, ante todo, un narrador hábil. Supo tejer una historia épica que combinaba ciencia ficción, arqueología y teología con una trama accesible para el público. Pero su relato no resiste la comparación con las fuentes reales. Ninguna tablilla sumeria describe a los Anunnaki como mineros extraterrestres, ni menciona el planeta Nibiru como un cuerpo físico. Lo que Sitchin presentó como “traducciones” fueron interpretaciones personales sin fundamento filológico.
Su legado persiste no en la academia, sino en la cultura popular: series de televisión, novelas y videos en internet que mezclan mitología con conspiraciones cósmicas. La fascinación que despierta muestra más sobre nuestras ansias de misterio que sobre lo que realmente pensaban los sumerios.
Imágenes mal atribuidas: los Anunnaki que nunca fueron
Una parte esencial del mito moderno sobre los Anunnaki descansa no en textos antiguos ni en inscripciones, sino en imágenes. En redes sociales, libros de pseudoarqueología y documentales sensacionalistas, se repiten una y otra vez ciertas figuras aladas, portadoras de misteriosas “bolsas” y extraños “relojes”. El mensaje es claro: estos son los Anunnaki. “Prueba visual” de que existieron, vinieron del cielo, y dejaron su huella entre los pueblos antiguos.
La realidad es muy distinta. Ninguna de estas figuras representa a un Anunnaki. Ninguna proviene del período sumerio. Y ninguna está envuelta en el misterio que se le atribuye.
Los famosos seres alados:
Apkallu o Abgal , los sabios de la mitología sumerio babilonia.
La mayoría de las imágenes modernas asociadas con los Anunnaki provienen, en realidad, del palacio del rey asirio Asurbanipal II, en Kalhu (Nimrud), del siglo IX a. C., más de mil años después del apogeo sumerio. Estas figuras son conocidas como Apkallu en acadio (o Abgal en sumerio), y están perfectamente identificadas en las inscripciones cuneiformes que las acompañan.
Los Apkallu eran sabios mitológicos enviados por el dios Enki (Ea en acadio) para instruir a la humanidad. Se les describe en los textos como “los siete sabios”, encargados de enseñar a los primeros reyes cómo construir templos, canalizar agua, realizar rituales y mantener el orden divino. No eran dioses supremos ni conquistadores: eran instructores sagrados, no astronautas.
¿Y los objetos misteriosos?
En los bajorrelieves asirios, los Apkallu aparecen portando dos objetos rituales:
Cubetas ancestrales: La verdad detrás de la misteriosa cubeta asiria
- Banduddu: una cubeta ceremonial, usada para contener agua sagrada.
- Mullilu: una “piña” (probablemente de cedro), utilizada como hisopo para rociar el agua en ceremonias de purificación.
Estas herramientas se usaban para esparcir agua purificadora del río sagrado. Sin embargo, la cultura pop ha reinterpretado estos elementos como si fueran “tecnología alienígena”:
- La cubeta se presenta como “dispositivo portátil” o “instrumento energético”.
- El hisopo como “escáner biológico” o “sensor de ADN”.
- Las pulseras con decoración floral como “relojes” o “computadoras de muñeca”.
Estas lecturas son anacrónicas y fantasiosas: los objetos están bien documentados, tanto por su uso como por las inscripciones que los acompañan. Se trataba de rituales de purificación, no de ciencia ficción.
El mito va más allá de Sitchin
Curiosamente, no todo esto proviene de Zecharia Sitchin. Aunque él sentó las bases del mito moderno, muchas reinterpretaciones visuales fueron desarrolladas posteriormente, alimentadas por series como Ancient Aliens, canales de YouTube y novelas pseudohistóricas.
Se ha creado así una iconografía “Anunnaki” moderna, que no guarda ninguna relación con la mitología real ni con las fuentes arqueológicas.
¿Y qué hay de Pazuzu?
Otra figura frecuentemente malinterpretada es Pazuzu, un demonio mesopotámico con alas, rostro grotesco y cuerpo híbrido, conocido por su papel ambivalente: portador de plagas y al mismo tiempo protector. Se lo invocaba para proteger a mujeres embarazadas y niños de la demonia Lamashtu.
A pesar de su aspecto imponente, Pazuzu no tiene ninguna relación con los Anunnaki. Su imagen, presente en amuletos y estatuillas, ha sido incorporada erróneamente en el imaginario popular como si fuera parte del mismo “panteón alienígena”. No lo es.
Entonces, ¿cómo se ve un Anunnaki?
La respuesta honesta es: no lo sabemos. Y es muy probable que los pueblos mesopotámicos tampoco se lo hayan preguntado. Los Anunnaki eran una clase colectiva de deidades, sin rostros individuales ni historias propias. No hay esculturas, estatuas, relieves o sellos que los representen de forma identificable.
Por eso, toda imagen que se presenta como “un Anunnaki” es, en el mejor de los casos, una conjetura sin base. En el peor, una manipulación. Si los Anunnaki fueron representados alguna vez, su identidad se perdió o fue irrelevante; su función era coral, simbólica, no narrativa ni visual.
¿Por qué nos fascinan tanto los Anunnaki?
La fascinación moderna con los Anunnaki —tal como los presenta la narrativa pseudohistórica— no nace de los textos antiguos, sino de una historia moderna, bien contada, que combina misterio, conspiración y una dosis de rebeldía cultural.
Hay que reconocerlo: Zecharia Sitchin era un narrador hábil. Supo tejer una versión del pasado que, aunque completamente ficticia, resultaba evocadora. Tomó elementos de la mitología mesopotámica, los reinterpretó a su gusto, e inventó conexiones entre textos dispersos, iconografía ambigua y especulación astronómica. El resultado fue una saga seductora sobre seres poderosos que vinieron del cielo, crearon a los humanos y fundaron la civilización.
Esa narrativa tocaba una fibra profunda en el público: la idea de que hay un conocimiento oculto, ancestral, al que solo unos pocos tienen acceso. Además, ofrecía respuestas simples a preguntas complejas. ¿Cómo se construyeron las pirámides? ¿De dónde vienen las religiones? ¿Por qué hay culturas tan similares en distintos continentes? La respuesta mágica: los Anunnaki.
Esta “mitología moderna” se presenta con un aire pseudoacadémico, envuelta en lenguaje técnico, nombres antiguos y referencias manipuladas a textos reales. A ello se suma una actitud desafiante: “la ciencia oficial miente”, “la historia verdadera ha sido ocultada”, “nos han engañado desde el principio”. El discurso del conocimiento prohibido se convierte así en una forma de empoderamiento para quien lo adopta.
Pero también hay un trasfondo más emocional. En un mundo donde la tecnología prometía progreso, pero ha traído contaminación, crisis climática, desigualdad y estrés, muchos sienten que algo se perdió. La nostalgia por un pasado idealizado —aunque sea un pasado inventado— ofrece consuelo. La historia de los Anunnaki no solo es “alternativa”: es romántica. Le da sentido a un presente decepcionante.
Y por supuesto, este fenómeno no se mantiene solo por convicción. Es también un negocio. La reinvención comercial del mito ha sido muy rentable. Libros, documentales, series, dramatizaciones y merchandising dan nueva vida a las mismas ideas, ahora reforzadas con CGI, música épica y tono conspirativo. Ya no se trata de buscar la verdad, sino de vender una historia.
Sitchin no fue el único. Existe una red de autores que se citan entre sí, se respaldan unos a otros, y seleccionan cuidadosamente (cherry picking) los fragmentos que encajan con su narrativa, ignorando el contexto real. Con cada reinvención, el mito crece, se ramifica y se adapta a nuevos públicos... alejándose cada vez más de los textos que lo inspiraron.
Lecturas recomendadas y referencias
📚 Textos académicos y fuentes primarias
- Heiser, Michael S. – The Anunnaki Gods According to Ancient Mesopotamian Sources.
- Dalley, Stephanie. – Myths from Mesopotamia: Creation, the Flood, Gilgamesh, and Others. Oxford University Press, 1998.
- Black, Jeremy & Green, Anthony. – Gods, Demons and Symbols of Ancient Mesopotamia. University of Texas Press, 1992.
- Electronic Text Corpus of Sumerian Literature (ETCSL) – https://etcsl.orinst.ox.ac.uk/
🌐 Recursos en línea (análisis, videos y artículos)
- Sitchin is Wrong – Dr. Michael Heiser
https://www.sitchiniswrong.com/ - Ancient Aliens Desmentido – Chris White (traducción oficial)
paralax.com.mx/desmintiendo-ancient-aliens.html - Apkallu o Abgal – Javier Delgado R.
paralax.com.mx/apkallu-o-abgal - Video: Los Anunnaki – La GRAN ESTAFA explicada – Laura Egiptología
YouTube - Video: Zecharia Sitchin DEBUNKED – Dr. David Miano
YouTube
🔍 Para saber más…
- Wescott, Roger W. – Reseña crítica a The Twelfth Planet (1979).
- Wikipedia: