Kalimán: El Misterio del Fuego

Una historia de ciencia, fe y destino. Fanfiction por Javier Delgado.

Kaliman fanfiction

¿Y si el fuego griego fuera más que un secreto militar? ¿Y si un ser como Oetam —mitad guardián, mitad error— estuviera manipulando la historia desde las sombras?

Kalimán y Solín se embarcan en una travesía desde Estambul hasta el pasado de Constantinopla, guiados por presentimientos, antiguos mecanismos, y un futuro que podría desaparecer.

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Kaliman: El Misterio del Fuego

Fanfiction basado en Kalimán, el Hombre Increíble
Por Javier Delgado

Prólogo

Kaliman miró hacia arriba. Aún faltaban varias horas antes de que el sol estuviera en el cenit. En ese momento hacía frío, pero pronto empezaría a sentir el calor del mediodía. Hacía rato que había tomado agua y sabía que aún pasaría mucho tiempo antes de poder beber de nuevo.

Tanteó sus ataduras. Estaba amarrado a un gran poste, profundamente enterrado en el suelo. Era una sólida cuerda de cuero que no podría romper. Los nudos eran hábiles y, tal vez, con el calor se harían más sólidos. Sin embargo, con un poco de trabajo podría liberarse. Sería cosa de dislocar la muñeca como lo hacía Houdini y poder deslizar la mano. Un simple ejercicio, pero había otros problemas más importantes.

Bajó lentamente la cabeza. No quería que los guardias se dieran cuenta de que estaba completamente consciente. Prefería que lo consideraran debilitado por los golpes. Había unos veinte jinetes rodeándolo y vigilando constantemente. No había forma de disimular lo suficiente como para liberarse sin que lo notaran.

No pudo menos que admirar a esos hábiles y orgullosos guerreros. Seguramente en su sangre había algo de los mongoles: guerreros nacidos casi al lomo del caballo, sólidos y nervudos, con instintos tan agudos como los de los animales con los que convivían. Eran capaces de detectar cualquier intento de fuga. Sin duda, Shahr-i-Shokta, la líder y sacerdotisa de los Tureng, le había dado suficiente importancia como para dejar a tantos hombres vigilándolo. Aunque no había dejado a ninguna amazona, lo cual tal vez indicaba que no lo consideraba tan relevante. Por un momento, no pudo evitar sonreír al pensar en el anacrónico nombre de "amazona" aplicado a esas mujeres. Y, sin embargo, era tan apropiado.

Por un momento recordó la urgencia de su misión. Pero no había forma de acelerar los acontecimientos. Si la hermosa Sabhan pasaba la prueba, él sería liberado. En caso contrario, sería ejecutado al amanecer. Claro que no esperaría tanto. Aprovechando la oscuridad, escaparía e intentaría rescatarla. Los guerreros estaban convencidos de que la exposición al sol lo debilitaría tanto que no necesitaría vigilancia.

Debía tener paciencia y, sobre todo, conservar energías. Sin llegar al actus mortis, pues eso sería sospechoso, debía disminuir su metabolismo para evitar desperdiciar agua. Bastaría con concentrarse y alcanzar un nivel alfa. Podría escoger algún mantra para lograrlo, pero tal vez sería mejor repasar los acontecimientos y revisar su extraña aventura que lo había llevado a las planicies al pie de los montes Zagros, a mediados del siglo XVIII de nuestra era.

Estambul

Solín sonreía emocionado mientras bajaba del avión. Hace unos años ni siquiera soñaba con viajar en esas máquinas, y aún sentía la emoción del trayecto.

Kaliman se detuvo un momento. En su sereno rostro moreno y en sus profundos ojos azules se percibía una sombra de excitación.

Lo moderno del aeropuerto de Estambul era uno de los grandes contrastes de esta ciudad, que parecía resumir en todas partes la esencia del oriente, a pesar de haber sido en algún momento la capital principal de Europa.

Aún no salían del aeropuerto cuando alcanzaron a oír el canto llamando a la oración, pero el uso de altavoces lo hacía sentirse anacrónico con el ambiente. Kaliman llamó a Solín en cuanto localizó un transporte que los llevara a las murallas de la ciudad.

—Solín, ¿qué sabes de esta ciudad?

—Kaliman, ¿no podríamos descansar antes de que comiences las clases? ¡Quiero verlo todo...!

—Vamos, esa lección la sabes muy bien. Por el momento no hay mucho que ver, esta parte de la ciudad no es tan distinta de tu país.

El moderno taxi se deslizaba a duras penas por las estrechas calles donde abundaban los mercados y se ofrecían toda clase de mercancías. En estas calles, Solín se encontraría casi como en casa, aunque tal vez extrañaría algo de su antigua vida.

—Bueno, esta ciudad fue fundada por los griegos hace más de dos mil años. Fue una ciudad comercial y se le llamó Bizancio, pero no fue importante hasta que el emperador Constantino la convirtió en la capital del Imperio Romano y le puso su nombre: Constantinopla. Hizo crecer la ciudad y la convirtió en una metrópoli más grande que Roma...

Kaliman sonrió con satisfacción al ver que su discípulo había aprendido la lección. Bajo una suave hipnosis, Solín había absorbido una gran cantidad de información, pero que aún no se convertía en conocimiento. Para ello necesitaba usar esa información y comprenderla. Para eso serviría conocer la ciudad, sus imponentes murallas, las antiguas ruinas —algunas destrozadas y otras aún en uso—. Confiaba en que ese conocimiento eventualmente se convertiría en sabiduría. Sin embargo, esa no era la razón ...

¿Por qué venir aquí? Ciertamente este lugar estaba lleno de historia, pero había algo más... un presentimiento. Kaliman sabía que no podía ignorar sus corazonadas, aunque desearía que fueran más específicas. Kaliman no era clarividente, pero esos presentimientos siempre tenían alguna base real. Ese era un tema que sus maestros siempre habían rehuido explicarle. "Algún día", le decían, "cuando estés listo".

—...y la ciudad estuvo a punto de caer cuando un misterioso hombre llamado Calínico apareció. Se dice que era un alquimista y que tenía conocimientos terribles. Sus inventos detuvieron al ejército musulmán. Constantinopla detuvo la invasión y Europa se salvó de caer en manos de los musulmanes. Pero mil años más tarde, la ciudad caería y sería bautizada con el nombre de Estambul...

—Kaliman, ¿por qué la historia dice eso, como si los musulmanes fuéramos todos malos? ¿No habría sido mejor para los europeos volverse musulmanes y ya no se estarían peleando?

—Jajaja... No hay como un niño para descubrir las grandes preguntas. Mucha de la historia que hemos estudiado fue escrita por europeos, lo cual explica mucho. Pero hay más. Es cierto: si los musulmanes hubieran invadido Europa, nunca habría existido la Edad Media, que resultó en casi mil años de estancamiento. Pero el Islam también habría perdido su fuerza y empuje. Se habría perdido el balance entre el cristianismo y el Islam. Y ambas religiones podrían haber desaparecido. Eso lo aprenderemos má...

Solín continuó con su relato, mientras Kaliman se analizaba a sí mismo. Calínico... ese nombre resonaba por alguna razón. ¿Qué tenía que ver con esa ansiedad, con ese sentido de urgencia que lo atraía a ese lugar?

Por fin llegaron a la primera muralla, junto a los restos de la puerta oriental de la ciudad. El chofer, presumiendo su taxi nuevo, aprovechó la oportunidad para tratar de regatear un buen precio por llevar a un visitante tan rico, y quiso ofrecer sus servicios de guía. Kaliman lo calló de manera un poco brusca; su sentido de urgencia se acentuaba, como si llegara tarde a una cita. Le pagó generosamente al taxista y le hizo prometer que regresaría a recogerlos al anochecer.

Caminaron lentamente y Kaliman comentó:

—Mira, Solín, la resistencia de estas murallas cambió la historia. Fue la tecnología y la traición lo que logró derrumbarlas al final. Mira las balas de cañón con las que fueron destruidas.

Apenas había dicho esto, cuando Solín ya corría hacia las gigantescas piedras que se habían usado como balas de cañón y gritó:

—¡Mira, son casi de mi tamaño! El cañón debió ser gigantesco, ¡con razón solo se podía disparar tres veces al día!

 

 

Mateo

Ya no distinguía a su anfitrión. Solo veía un túnel sumido en la penumbra, pero de alguna manera había un poco de luz. Vio un portal y algunas inscripciones. Se acercó a verlas; parecía latín. Apenas había comenzado a leer la inscripción cuando vio que más adelante había algo que parecía griego. Y más allá, otros idiomas: cretense en lineal A y B, cuneiforme, sumerio, elamita, hitita y caracteres que recordaban los sellos de Mohenjo Daro. Incluso más adelante, inscripciones en escrituras descono...

—Solín, apresúrate. Nuestro anfitrión es cada vez más misterioso.

—¿No será una trampa?

—No lo parece. Algo me dice que debemos escucharlo.

Al final del pasillo vio un resplandor azulado. Definitivamente, había tecnología ahí. Al entrar, casi no pudo evitar una exclamación de sorpresa. Era una sala de control idéntica a la cámara de la pirámide donde yacía Oetam. Y al fondo... estaba el mismo.

—¡Oetam... Mateo!

—No temas, Kalimán. No te deseo ningún mal. Al contrario, quiero agradecerte. No, no soy Mateo, aunque en cierta forma él es parte de mí. Adelante, sean mis huéspedes.

Este ser —gemelo de Mateo— hizo un gesto, y se materializó una mesa con comida y bebidas. Antes de poder actuar, Kalimán y Solín estaban sentados frente a él. Solín estaba aterrado, pero al ver la expresión de paz del ser —tan distinta de la fría inhumanidad de Mateo— comenzó a tranquilizarse. Y, sin duda, la comida y la bebida también ayudaban.

—Kaliman, te he llamado usando poderes mentales que aún desconoces. Desde que desperté he estado observando tus hazañas. Aunque no comprendo del todo de dónde has obtenido tus conocimientos, sé que puedo confiar en ti. Sobre todo, porque gracias a ti estoy aquí.

—Por favor, explícate. ¿Quién eres? Si no eres Mateo, ¿cómo debo llamarte? No eres terrestre...

—Así es. Yo desperté cuando tú destruiste al mecanismo defectuoso que conociste como Mateo/Oetam. Él, nosotros, somos guardianes. Nuestros diseñadores han recorrido la galaxia y encontraron que la inteligencia es frágil: debe cosecharse con cuidado o se malogra.

Cuando tus antepasados apenas eran cazadores-recolectores, nuestros constructores vieron su potencial y decidieron que debían ser supervisados. Si era necesario, ayudarían... sin que se dieran cuenta, pues de lo contrario alterarían su desarrollo.

Durante cientos de miles de años, Oetam cuidó de ellos, solo interfiriendo cuando algún desastre fuera de control los amenazaba. Así logró evitar que los humanos se enfrentaran a los neandertales en lugar de coexistir. Pero algo pasó.

Durante el surgimiento de la cultura egipcia, bajo el reinado de Khufu, Oetam era un capataz durante la construcción de la Gran Pirámide. Su labor era proporcionar ideas de ingeniería al gran arquitecto, aparentando ser un simple aprendiz. Pero ocurrió un accidente. Durante la colocación del bloque de granito que cubriría la cámara sepulcral, este se salió de control. Oetam salvó a su cuadrilla, pero resultó dañado. Ese es el cuerpo que encontraste en la pirámide escalonada.

 

La Máquina

El extraño ser hizo otro gesto, y una copia idéntica al mecanismo que se había destruido se activó. Aparecieron escenas majestuosas de la construcción de la Gran Pirámide de Khufu, mostrando cómo este ser tenía control completo de los mecanismos.

—Cuando eso sucede —continuó— se crea un reemplazo. La memoria del cuerpo anterior se recupera y se activa en el cuerpo nuevo. Pero ocurrió un error: la memoria estaba dañada. Al recuperar la información, la personalidad del nuevo cuerpo quedó alterada. Los mecanismos que permitían a Oetam controlar de manera oculta su intervención se rehusaron a obedecerlo, pues tienen mecanismos de protección que evitan que los usen extraños. Y, en cierta manera, él ya no era el mismo.

Así, Oetam —un ser casi inmortal— quedó varado, sin poder intervenir más, sin poder comunicarse y, peor aún, con un defecto en su personalidad. En lugar de dejar que la humanidad evolucionara sin intervención directa, decidió que el proceso debía acelerarse, y que él debía controlarlo todo.

Afortunadamente, debido a que los mecanismos ya no le respondían, tenía poco poder para intervenir. Aun así, en varias ocasiones logró que algunos conquistadores casi se adueñaran del mundo, para crear un imperio único en lugar de permitir que cada cultura madurara y generara sus propias aportaciones. Tamerlán, Gengis Kan y tal vez Alejandro fueron sus creaciones. Pero siempre fallaron al final, pues se rebelaron contra sus propósitos.

Tras varios fracasos, su personalidad comenzó a desquiciarse, y decidió activar el módulo de emergencia planetaria. Este se activa solo cuando una especie inteligente se ha salido de control. La especie es aislada y colocada en cuarentena bajo el cuidado del guardián, hasta que este decide si puede continuar o... si necesita ser terminada.

Kaliman interrumpió:

—Pero si el mecanismo no reconocía a Oetam, ¿por qué quería que yo lo activara? ¿No me habría rechazado a mí también?

—No, porque tú eres un elegido. Por razones que no comentaré, algunos seres humanos alcanzan un nivel tal que el mecanismo los reconoce como inteligencias maestras. Aunque no tengan los conocimientos, el mecanismo se los puede proporcionar. Tú tienes esa capacidad, y Oetam lo sabía. Solo tú podías activar el mecanismo de emergencia.

—El mecanismo fue destruido. Pero debo entender que hay otros procedimientos de emergencia. ¿Tú eres uno de ellos?

—Efectivamente. Existen otros centros de control. Cuando el segundo Oetam fue destruido y el centro de control también, yo fui activado. Debido a la magnitud de la destrucción, la computadora realizó un diagnóstico completo del sistema, encontró la falla en la copia de la memoria y esta fue corregida. Tengo todos los recuerdos de Oetam, pero no su personalidad. Y por ello te doy las gracias. Salvaste a tu mundo de vivir bajo la tiranía de un demente.

El extraño, Oetam III, tomó la mano de Kaliman entre las suyas e hizo una reverencia de agradecimiento.

—¿Me has llamado solo para agradecerme?

—No. En circunstancias normales, esto iría contra todo procedimiento. Si dejara que el cerebro maestro actuara, borraría tu memoria en cuanto salieras de aquí. Pero necesito tu ayuda. Sé que has estudiado las matemáticas de la historia. Sabes que la humanidad se acerca a un punto crítico. Aún estoy analizando la situación, pues es completamente anormal. Oetam II, en lugar de estabilizar su civilización, creó una gran inestabilidad. Hay varios puntos en su historia que son completamente anormales. Au...

Kaliman se acercó a Solín y le comentó:

—¿Recuerdas lo que te expliqué sobre las matemáticas de la historia? Existen varios puntos problemáticos en el desarrollo de la humanidad que simplemente no encajan. Ahora entiendo por qué. Fueron influencias externas.

Oetam aclaró:

—Desgraciadamente, tienes razón. Después de siglos de observación, su raza aún me sorprende. Pueden ser ángeles o demonios. Tienen tanta capacidad de construir como de destruir. Si logran sobrevivir dos mil años más, podrán ver a mis creadores como iguales. Nunca había sucedido algo así en tan poco tiempo, pero también tienen grandes posibilidades de no sobrevivir.

 

Constantinopla

Oetam se levantó de su asiento, lentamente se dirigió al centro del cuarto y una pantalla apareció, mostrando a la orgullosa ciudad de Constantinopla. Al fondo, un gigantesco ejército musulmán de casi un millón de hombres la asediaba.

—Aquí ves imágenes que nuestros satélites automáticos recolectaron en la época. Pero no hay muchos más datos. Normalmente, un guardián detectaría un problema y mandaría más unidades a investigar qué pasó, pero no fue el caso. Solo sé que aquí apareció, de la nada, un hombre con conocimientos que no eran de su época. Intervino, y el destino del mundo cambió.

Kaliman exclamó:

—¿Te refieres a Calínico?

—Así es. Debes averiguar de dónde salió su conocimiento. Si fue simplemente un humano excepcional, puedo ayudar a tu mundo. Pero si fue una intervención extraña, no sé cómo corregirlo. Averígualo...

Mateo pasó un buen rato explicando las posibilidades y la importancia de saber quién causó el cambio y cómo afectaría el futuro. Solín perdió parte del razonamiento, pues implicaba matemáticas de un nivel que desconocía. Solo entendió que el Mateo demente había tratado de que los ejércitos árabes conquistaran todo el mundo y controlarlos. Algo lo había detenido. ¿Ese algo era parte del plan de Mateo? ¿Había fallado en su intento? ¿O hubo interferencias externas? Todo eso era vital para detener el cu...

Todo parecía reducirse a un nombre: Calínico, un hombre de origen desconocido —tal vez egipcio o sirio— que había proporcionado un arma terrorífica al mundo occidental. Un arma de origen desconocido cuya composición se desconoce hasta la fecha, y que estaba fuera de los conocimientos de su época. ¿De dónde había salido ese conocimiento? ¿Quién era él?

Había que localizarlo y averiguarlo, sin alterar el curso de los hechos, o las consecuencias podrían ser impredecibles.

Mateo los podía enviar al pasado, donde investigarían, y después localizarían alguno de los centros de control donde quedarían en animación suspendida hasta regresar a esta época. No necesitarían una máquina del tiempo para volver. Existían varios centros localizados en las cunas de la civilización: Ur, Egipto, Harappa, China, y otros. Solo Kaliman podría activarlos, pero únicamente para regresar. No para intervenir.

Ahora debían dormir unas horas, pues al amanecer serían enviados al pasado. Solín se preguntó si podría dormir en ese fabuloso lugar. Parecía un mundo de fantasía, donde las cosas podían aparecer y desaparecer a voluntad. Con solo desearlo, Solín logró materializar una cama cómoda. Sin embargo, el sueño tenía otro propósito: Mateo les daría conocimientos necesarios para moverse en la ciudad, dialectos de latín y griego, además de otras lenguas de la zona y el contexto cultural. Pronto, a pesar de la e...

Mateo, quien no necesitaba dormir, meditaba. ¿Sería sabio enviar a un simple humano a esta misión? Los humanos aún lo intrigaban. Le gustaría conocer más los planes de sus diseñadores, pero ellos estaban más allá de su comprensión.

Al llegar el amanecer —aunque nunca lo hubieran sabido en ese lugar sin ventanas— Mateo les proporcionó algunas pertenencias: bezantes (la moneda imperial), joyas de la época y unos paquetes con instrucciones específicas.

En el centro, había seis esferas oscuras de un metro de diámetro flotando alrededor de una esfera translúcida, que sería donde viajarían. La única forma de viajar al pasado era salir a otro plano dimensional y volver a entrar, utilizando lo que los científicos llaman una singularidad. Alrededor de la esfera central se generaría un campo gravitacional que rompería el continuo espacio-tiempo, mientras la esfera interior los protegería. Toda la noche, la máquina había estado almacenando energía.

Las esferas flotaban con un brillo azulado y ominoso. No parecían brillar mucho, pero por alguna razón, uno no podía mirarlas durante más de unos segundos. Tampoco parecían sólidas, pues su superficie ondulaba como un líquido muy espeso y a la vez fluido.

—Es materia y antimateria —explicó Mateo—. He manufacturado elementos transuránidos de materia y antimateria. Los uso para almacenar energía. Al unirse, se aniquilan mutuamente y generan una conversión 100% eficiente de energía.

Kaliman preguntó:

—Es una cantidad de energía fabulosa. ¿De dónde la obtienes?

—De lo que ustedes llaman las fluctuaciones cuánticas. Cada centímetro cúbico de vacío contiene energía suficiente para crear o destruir un universo. Sus científicos ya comienzan a explorar estas energías. Tendré que intervenir para que no aprendan más; el conocimiento que ya tienen es demasiado peligroso para una raza tan joven.

—¿Qué harás para impedirlo?

—Nada drástico. Me aseguraré de que algunos científicos sufran insomnio, que otros lleguen tarde a conferencias importantes y que algunos sueñen con ideas que los desvíen. Así trabajamos normalmente.

—¿Y si no lo logras?

Oetam, manipulando unos controles etéreos, se quedó en silencio. Luego miró a Kaliman a los ojos.

—A veces, un agricultor debe eliminar las malas hierbas para proteger el resto de la cosecha... Aún no están listos.

Kaliman comentó gravemente:

—Entiendo.

Oetam hizo un gesto, y frente a Kaliman apareció una imagen tridimensional del espacio profundo. La zona parecía en movimiento, y pronto apareció “algo”. Era difícil de describir: parecía un encaje flotante, orgánico, translúcido, más grande que una estrella.

Solín preguntó:

—¿Son las naves de los diseñadores?

—No. Esos son los diseñadores. Criaturas del espacio profundo. No les gusta acercarse a las estrellas y planetas, pero saben que ahí surge la vida. Crean seres como nosotros para investigarla y protegerla. Para ellos, los millones de años de nuestra evolución son apenas un suspiro. Para ellos, el ser humano apenas se diferencia de un insecto, y sus pensamientos están tan alejados de los nuestros como los nuestros lo están de los de un insecto. Y sin embargo, tienen algo en común: compasión por la v...

—¿Entonces eres completamente autónomo?

—Tengo libre albedrío, igual que ustedes. Pero también, tengo un deber.

Mientras hablaban, las esferas crecían. Ahora parecían inestables. Su superficie ondeaba como si fueran líquidas. Un brillo se incrementaba alrededor, manteniéndolas separadas.

—Ahora deben entrar a la esfera central. Esta los aislará de todo, incluso de la gravedad terrestre.

Oetam extendió la mano y apareció un tablero de control lumínico. Tocó un panel y la esfera central se abrió. El brillo aumentó. De dos esferas, un par de gotas se desprendieron y se tocaron. El resplandor fue insoportable. Pronto se expandió hasta formar una nueva esfera que lo envolvía todo.

—Este es un escudo que me protegerá a mí y al planeta de las energías que vamos a desencadenar. Entren, pues el nivel de radiación pronto será intolerable para un ser vivo.

Kaliman y Solín entraron. La esfera se cerró y se volvió como de mercurio. En su interior, comenzaron a flotar ingrávidos.

Afuera, las esferas se desintegraron en gotas. El salón desapareció mientras se formaba lo que en realidad era el núcleo de una estrella. Una esfera de plasma furioso rodeó la esfera central. Luego, la luz se tornó azul, luego ultravioleta y más allá del espectro visible. La esfera se volvió negra, deformando la luz a su alrededor. Finalmente, se redujo hasta desaparecer. Oetam la observaba en silencio. Sabía que la esfera ahora era del tamaño de un núcleo atómico y que pronto se perdería entre las ...

Constantinopla.

Kaliman y Solín no podían ver nada. Flotaban en la más absoluta oscuridad. Oetam les había explicado que sentirían que pasaban menos de tres minutos así. Finalmente, comenzaron a sentir peso nuevamente. Las paredes se disolvieron. Vieron el cuarto de control, pero Oetam ya no estaba allí.

Salieron del pasillo. Kaliman notó que faltaban algunos escritos en los muros… todos posteriores al siglo VIII. Salieron a la muralla. Por un momento parecía que todo estaba igual…

Pero poco a poco notaron diferencias. La muralla ya no estaba derruida. El foso estaba lleno de agua. Ya no olía a gasolina. Entonces Kaliman oyó algo: ya no era el llamado a la oración por altavoces eléctricos, sino campanas llamando a misa. Ya no era Estambul. Era Constantinopla, la ciudad cristiana, capital del Imperio Romano de Oriente.

Solín miró alrededor. La moderna ciudad le había sido familiar, pero esta antigua y poderosa ciudad cristiana le era completamente extraña.

—Kaliman, ¿qué debemos hacer ahora? ¿Por dónde comenzamos?

Kaliman sonrió. También estaba desconcertado, pero estimulado por la perspectiva de explorar esa fabulosa ciudad. Se controló y comentó:

—Sigamos el sentido común y primero busquemos dónde obtener un buen desayuno...

Se dirigieron a la puerta de la muralla, que comenzaba a abrirse. Los barbudos guardias miraron sin sorpresa a Kaliman y al niño que se aproximaban. Estaban acostumbrados a ver personajes más extraños.

Se escuchó un rumor de caballos y apareció una formidable compañía de caballería, pero de un tipo que Solín nunca hubiera imaginado. Tanto los soldados como los caballos estaban completamente acorazados, pero sus armaduras parecían orientales y antiguas. Unos doscientos jinetes de rostro moreno pasaron frente a ellos.

—Son catafractos —explicó Kaliman—. Una herencia de los persas. Ni la falange macedónica ni las legiones romanas pudieron con ellos. Son la base del ejército bizantino. Nunca han sido derrotados en un ataque frontal.

—¡Kaliman! —exclamó Solín—, ¡pero son pesados! Seguramente un ejército ligero los podría superar con su agilidad...