Biblia

  • Todos hemos escuchado el nombre de Baal, y casi siempre lo asociamos con algo oscuro: un dios “malo” de la Biblia, ese al que supuestamente le gustaba que le sacrificaran niños, como a Moloch… o al menos eso nos han contado en sermones, películas y hasta en canales de YouTube. La verdad es que esa imagen nace menos de quién fue en realidad y más de cómo lo pintaron después: la narrativa bíblica dominante lo convirtió en enemigo de Yahveh,  los cristianos lo hicieron principe de los demonios y siglos de repetir esa historia lo dejaron marcado como villano.

    Pero cuando uno se asoma a la historia de los fenicios y de otros pueblos semíticos, resulta que Baal no era un dios único ni un demonio. De hecho, Baal ni siquiera era un nombre propio, sino un título de respeto: “el Señor”.

  • Entre los libros que tenía mi padre había uno que me daba miedo. En la portada había una imagen misteriosa y extraña: tiempo después me enteré de que era Pazuzu, el rey de los demonios del viento en la religión acadia. Eventualmente me armé de valor y comencé a leerlo. Pronto empecé a viajar a épocas remotas y a buscar otros libros de arqueología. Leí sobre el descubrimiento de Troya, de Sumeria, Creta, la tumba de Tutankamón y otras maravillosas historias.

    Dioses, tumbas y sabios (Götter, Gräber und Gelehrte. Roman der Archäologie) no es un libro técnico de arqueología, sino que se puede leer como una novela sobre los fundadores de la disciplina y sus aventuras, que a veces resultan más fantásticas que las de Indiana Jones.