En 1970 el Dr Bernardine Paulshock publicó un artículo donde menciona: Hay una estatua entre las recientemente exhibidas reliquias de Tutankamón que lo muestra con unos pechos tan bien definidos que si no fuera por el tocado exclusivo del faraón uno podría imaginar que es el de una mujer joven.

 

Las especulaciones

 

El comentario generó mucho interés entre los especialistas en endocrinología quienes quedaron fascinados con el tema y se apresuraron a presentar posibles diagnósticos del faraón y de otros miembros de su familia real, que también mostraban algunos rasgos femeninos, como las caderas anchas en la estatuas de Akenatón, quien se especulaba que era su padre.

 

Pronto los especialistas ofrecieron diagnósticos. hipertensión portal, ascitis secundaria o esquistosomiasis fueron las primeras propuestas. Síndrome de Klinefelter o de Wilson fueron otros para explicar la ginecomastia (agrandamiento de los pechos en los varones) del joven rey.

 

El análisis se extendió a otros miembros de su familia Akenatón, a su abuelo Tutmosis IV y su Amenofis III , y a Smekare. Todos ellos fueron representados con algunas características femeninas. Sus estatuas tienen ciertas similitudes porque pertenecen al periodo de Tell Amarna cuando nació un estilo más realista y menos estático que el tradicional y rígido arte Egipcio, por ello se asumió que sus representaciones eran más realistas.

 

Eso los llevó a concluir que se debía a un problema genético hereditario llamado síndrome de Antley–Bixer.

 

La dura realidad

 

En el 2010 se realizó un examen genético de 10 momias con el fin de determinar su parentesco y problemas genéticos al cargo del equipo de Dr Zahi Hawass donde no se encontró evidencia de alguno de esos padecimientos genéticos. Además se examinó el pene del faraón que se encontraba almacenado por separado que resultó bastante normal . Además un examen de los restos no encontró evidencia de esos pechos, lo único femenino que se encontró fue una cadera un poco más pronunciada.

 

El faraón tenía sus problemas, estaba débil, tenía un pie deformado que lo obligaba a usar bastón, una dolorosa enfermedad de Kohler, malaria, etc… pero ningún problema hormonal.

 

¿Y la imagen?

 

Todo parece ser una decisión estilística de los artistas. Su padre Akenatón adoraba al dios Aton, un dios andrógino que encarna lo masculino y femenino. El faraón era visto como una encarnación del dios en la tierra. Si bien el estilo de Tell Amarna nos parece más libre y realista, no por eso dejaba de ser simbólico. Tal vez los endocrinólogos debieron pedir primero la opinión de los especialistas en arte egipcio.

 

Conclusión

 

Podemos sacar un par de conclusiones, La primera es que no podemos usar el arte como evidencia absoluta del aspecto de las personas, sin conocer a la cultura y el momento en que se hicieron.La otra es que en  ciencia la evidencia es la que decide todo, sin importar cuantos años se pasan especulando, la evidencia es lo más importante.  Pero eso no evita que los endocrinólogos hayan pasado 3 décadas divirtiéndose con el tema.

 

 

 


 

Referencias y lecturas recomendadas:

 

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/19380856/

 

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3354854/...

 

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20159872/